Carolina era sobresaliente en muchos sentidos. Joven profesional, con altas aspiraciones, excelente actitud, siempre dispuesta a aprender, a crecer, a incorporar nuevos conocimientos y a la vez nuevas áreas de responsabilidad.
Mostró desde sus primeros pasos en la empresa, excelentes condiciones de liderazgo, con facilidad para enarbolar banderas, generar cruzadas, encolumnar a la gente tras de sí y ofrecer una visión homogeinizadora y positiva de las diferentes causas en que se embarcaba.
Tenía un trato cordial con toda la gente y vocación natural por las posiciones de predominio y el mando.
Fue haciendo una carrera de progresos lineales y relativamente rápidos. Era una líder bastante participativa, gustaba rodearse de personas capaces, le ponía mucha fuerza a las iniciativas, tomaba y propiciaba buenas decisiones.
Se manejaba también acertadamente desde el punto de vista político en las organizaciones. Sus discursos eran correctos, dosificaba de buena manera el binomio conflicto-cooperación. Se había criado en una numerosa familia de empresarios de patrimonio y suerte variada, era lo suficientemente lúcida como para no dejarse llevar por intrigas de palacio ni los corrillos propios de los cortesanos.
Cuando alcanzó las más altas posiciones en la organización, le imprimió a la misma su sello, dinámico, positivo, casi arrollador. La empresa disfrutó de su conducción, fueron años de bonanza y de crecimiento personal para mucha gente.
Un día, la Corporación, que ya hacía algún tiempo había posado sus ojos sobre ella, le ofreció una posición de similar jerarquía en el exterior, pero en una empresa y país de mucho mayor tamaño.
Y allá fue, sin dar muchas alternativas convenció a su esposo, y puso proa a la expedición que la llevaba a proseguir con su aventura por otras latitudes donde la esperaban mayores promesas y desafíos.
Cuando se concretó el anuncio a nivel local, Aníbal el psicólogo organizacional que estaba al frente de recursos humanos, convenció al gerente general y a las autoridades corporativas, que era apropiado cambiar el estilo de liderazgo.
Carolina era una estrella, la organización dependía bastante de ella y sus virtudes. Si bien jugaba en equipo, el amplio destaque la ubicaba por encima de todo equipo y era sin dudas una mujer muy influyente en el negocio, sus resultados y su gente. Sus cualidades personales explicaban buena parte de la bonanza de la etapa en la que estuvo al frente, era demasiado influyente en opinión de Aníbal.
Ahora, en su visión, era el momento de empoderar al equipo, rescatar las mejores cualidades de Carolina y “modelarla” entre los integrantes del grupo, evitando los desplantes de estrella, abscesos de ego e individualismos (casi textual).
En esos tiempos, yo ya andaba merodeando otras asignaciones internacionales en la Corporación; fui invitado para tomar parte de esa transición y dar mi opinión al respecto. Había sido una especie de mentor de Carolina hacía unos años.
Cuando el gerente general y Aníbal me pusieron al tanto de sus puntos de vista ante la sucesión quedé bastante impactado.