En abril de 1998 comenzamos con Pedro Bordaberry, a trabajar en lo que sería el libro “10 años de SEVEN en Punta del Este”, conmemorando una década del famoso Torneo internacional organizado por Old Boys.

Para ese entonces ya habían pasado por el Campus de Maldonado las figuras más rutilantes del rugby mundial de la época. Cuando comenzamos a pensar en quienes podrían ser las personas adecuadas para escribir el prólogo, estaba claro que debían ser grandes.

Hugo Porta para entonces, era considerado el mejor jugador argentino de la historia y era el único jugador de América incluido en el Salón de la fama del rugby mundial.

Carlos Páez Vilaró ya era considerado como uno de los grandes artistas de la rica historia cultural uruguaya.

HUGO PORTA

PROLOGO para el libro 10 AÑOS DE SEVEN EN PUNTA DEL ESTE

¡El torneo de Punta del Este cumple 10 años ¡

Los astros de la ovalada me han hecho un guiño de ojos y un inestimable honor cuando me eligieron para soplar las velas de este maravilloso cumpleaños de aniversario.

En los últimos años el rugby internacional ha fijado su mirada en Punta del Este. Los grandes equipos del mundo han llegado a sus playas.

Este libro nos ayuda a entender por qué sucedió esto. Lo hace desde la voz y las fotografías de los protagonistas. Y vale la pena averiguarlo.

El amigo Klaeber Haedens decía que “el rugby es un estado del alma. Se es hombre de rugby como se es creyente. Todo es cuestión de tener fe. Por ello el rugby, como un licor de gran solera, debe beberse despacio y en compañía de buenos amigos.”

Así es como creo que debe leerse este libro. Despacio y en buena compañía.

El Seven de Punta del Este se ha transformado en el pretexto ideal para la gran reunión de amigos que no he cesado de recomendar desde hace tiempo. Esto debido a la avanzada idea de jóvenes directivos del Old Boys de Montevideo. En forma eficaz han organizado esta fiesta, consagrando la unión del hombre de rugby de todo el mundo.

Año tras año, en la reunión de Punta del Este, jugadores, entrenadores árbitros, dirigentes y simpatizantes demuestran los valores fundamentales del rugby con brillantes y conducta ejemplar.

Esa es la piedra fundamental de este deporte.

Hugo

CARLOS PAEZ VILARÓ

PUNTA DEL ESTE Y EL SEVEN

Podría haber invertido los sujetos del título llamando a estas líneas el Seven de Punta del Este, aclarando por ello que la elección fue adrede.

Sevens hay muchos y se juegan en diferentes sitios, en cambio Punta del este es único y no por ser un lugar más en el mundo, igual, mejor o peor que otros, sino por ser una forma de vida que en su amplitud es capaz de abrazar las actividades más disímiles.

Es que el sol que la ilumina es el espejo que devuelve todas las imágenes que refleja con un halo de optimismo que contribuye a minimizar nuestras debilidades y nos hace sentir felices.

Quienes alguna vez corrimos con una pelota ovalada apretada contra el pecho arremetiendo como quijote con lo que había adelante, aprendimos que no eran molinos nuestros adversarios sino amigos circunstanciales que nos estaban permitiendo poner a prueba nuestras fortalezas y debilidades.; de allí el agradecimiento por el contrario con el que más allá de los resultados y la importancia del encuentro, cultivamos en interminables terceros tiempos lealtades inigualables y amistades para siempre.

Como la que me unió con Bacot o con Tricánico en los días iniciales del Carrasco Polo Club, o la que hoy disfruto con Florencio Varela, aquel formidable segunda línea del CASI, hoy primera línea en mis afectos.

Punta del este al cruce de las épocas, se fue transformando en un imán de soñadores. Quedaron para el recuerdo los antiguos grabados de asentamientos charrúas, bucaneros, traficantes de esclavos o conquistadores. También las crónicas amarillas de sus naufragios, las fotografías en sepia del primer turista, o la postal con la imagen de su primer hotel.

Unidos por un mismo sentimiento, quienes gozaron de su belleza, no dejaron de alertar a sus amigos sobre la existencia del lugar. Como resultado en un atropellada avasallante, al turista se le sumaron el cineasta, el artista, el escritor, el navegante, el inversor, el comerciante, el deportista…

Dentro de esa corriente incontenible, también llegaron los rugbiers. En Punta del este habían logrado el ambiente especial donde equilibradamente podían practicar el juego, gozar de nuevas amistades nutridas de un mismo espíritu y disfrutar de un encuentro en el cual, por sobre todas las cosas se destaca la idiosincrasia “oriental” que privilegia el buen vivir, sustentado en las cosas simples de la vida.

Punta del este y el Seven  no están separados por la conjunción. Están unidos por un espíritu compartido por muchos, en muchas partes del mundo, que por sobre toda diferencia, cultivan alegremente la amistad nacida y simbolizada en una pelota ovalada.

En Punta del este, esa amistad que tiene cierto sabor de aventura está en la base de su forma de ser.

Por eso, en cada enero y cada vez más, al igual que las golondrinas vuelan desde California en setiembre, para alegrar la vida de Casapueblo, desde los países más lejanos llegan numerosos amigos con el pretexto de transformar el rugby en un abrazo.

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